«¡Quién días pasa, años empuja!». Dicho popular que hemos oído decir a nuestros abuelos o padres.
Hoy, ya bien entrado el siglo XXI, parecería que debemos cambiar el dicho por lo siguiente, más o menos aproximado: «Día que pasa, catástrofe, desgracia o noticia perturbadora nos trae».
La retahíla de noticias sobre hechos inquietantes que nos desequilibran, nos perturban el ánimo y nos producen un estado casi permanente de ansiedad, angustia y confusión se siguen como si fuesen perlas en un collar. Un collar de desarmonía y caos.
Ya me parecía suficientemente extraño el primer dicho, porque ¿que significa «ir empujando años»?
Me sugiere el dicho el “ir haciendo” sin pena ni gloria, una especie de resignación que victimiza y que, sin ganas ni esperanza de cambio, te lleva a «soportar» todo aquello que venga.
¿Qué decir entonces del segundo dicho?
Nos adentra aún más, según mi propia percepción, en el aspecto aparentemente caótico del momento presente y a aumentar la propia incomprensión, confusión y desorientación.
Esta actitud victimista totalmente negativa nos lleva a la inacción pasiva que nos hace «cómplices» del estado actual de las relaciones humanas y de la sociedad.
Cierto, las noticias alarmantes se siguen la una a la otra día tras día.
Un avión, una tragedia, una catástrofe, un atentado, malos tratos, desbarajustes financieros, discriminaciones por causa de raza/ sexo/ creencias/ religión/ etc., el estado de la Tierra/ medio ambiente, y así un largo (demasiado largo) etc.
Los hechos son los hechos, los datos son las que son, cierto… pero…
¿Qué podemos hacer, que debemos hacer? ¿Qué puedo hacer yo? ¿Qué debo hacer yo?
Y estoy hablando de algo que sea útil, que sea transformador tanto para cada uno de nosotros como para la sociedad en general.
Evidentemente NO será la actitud pasiva y nefasta de ir simplemente refunfuñando y quejándonos lo que pondrá remedio al caos. Tampoco será el repetir una y otra vez: «no se puede hacer nada/ ¿que quieres hacerle?/ si dependiera de mí…»
¡Pues SI que depende de usted, depende de mí, depende de cada uno de nosotros, depende de TODOS!
Depende de todos, de todos nosotros en conjunto el hacer todo lo que sea necesario para cambiar la sociedad; sí, la Sociedad/ el mundo en el sentido más amplio.
Si aquello que tenemos no nos gusta, si no estamos satisfechos y gozosos con el desbarajuste general, ¡pues hagamos algo!
Y ya que no será la pasividad la que podrá aportar soluciones hay que empezar a ser mucho más activos y mucho más decididos y a estar mucho más comprometidos con nuestro momento presente como humanidad.
Alguien puede pensar que ya le dejará una buena herencia a sus hijos; pero si les dejamos un mundo moribundo, enfermedades y alergias crecientes, dificultades y conflictos sin número además de recursos agotados, ¿estarán nuestros hijos orgullosos de lo que los dejamos? ¿podremos estarlo nosotros?
La solución vendrá de la acción concertada y pacífica, del trabajo diario en y a través de cada uno de nosotros, de tomarse en serio lo que sucede y no hacer ver que «no pasa nada».
Valientes, decididos y sin miedo a los cambios positivos nosotros, todos nosotros, USTED, podemos, puede, debemos ir construyendo en nosotros mismos el estado de paz y equilibrio que nos permite pasar de ser víctimas a proactivos, pasar de la queja estéril a la creatividad constructiva, de la resignación a la resolución.
Este equilibrio sólo puede proceder del trabajo serio y disciplinado con uno mismo a través de diversas disciplinas. Sólo puede proceder de la búsqueda seria y comprometida con la propia serenidad.
Solamente podremos encontrar y mantener este estado interno si no nos dejamos llevar por el pesimismo ambiental y mantenemos nuestra desafección, que no es ni mucho menos indiferencia, al contrario, es compromiso total y entregado a la resolución de los problemas actuales.
Y, así, buscando y encontrando el equilibrio y la serenidad podremos estar en medio del caos y la confusión exterior sin que esto nos desestabilice y anule nuestra acción..



