Crisis, ¡crisis! Todos, absolutamente todos, hablamos de crisis desde hace tiempo, demasiado tiempo. Crisis financiera, crisis económica, crisis de la deuda soberana, de la seguridad social, de las pensiones, del mercado de trabajo, del consumo, del turismo, de la liquidez, etc., etc.
¿Y, si para variar habláramos de la crisis de valores? Si, de VALORES! con mayúscula. Ya sé que en un espacio dedicado a la empresa puede parecer un tanto extraño hablar de valores y de la crisis de estos. Si pensamos tan a corto plazo que sólo nos interesa la caja y la cuenta de resultados, evidentemente nos parecerá más que extraño, incluso fuera de contexto.
En todas partes se han aplicado medidas de contención del gasto público. También los empresarios, así como las familias hemos hecho un esfuerzo de reducir el gasto a lo estrictamente necesario.
¿Resultado? ¿Estamos mejor que al principio de la crisis? ¿Hemos resuelto el problema del paro, del drama de los desahucios, de las personas sin prestaciones sociales, de las familias enteras que se ven abocadas a una subsistencia más que precaria?
¿Hemos remontado la economía y creado puestos de trabajo? ¿Estamos revirtiendo el proceso?
¡Me parece muy cierto que la respuesta es no! A todas las preguntas.
¿Y entonces? ¿Que hay que hacer?
Y aquí es donde hablo de crisis de valores. Si cada uno de nosotros, puede parecer que con razón, se ocupa sólo de lo que es estrictamente suyo, sin importarle lo que sucede en su entorno, continuaremos exactamente igual que hasta ahora, si no vamos aún a peor.
Puede parecer sensato ocuparse de lo suyo, ¡y lo es! Pero hoy ya no es suficiente hacerlo así. Hay que ir más allá, hay que ir más lejos (sí, como en la canción de Serrat), hay que dejar atrás el egoísmo y la estrechez de puntos de vista que nos llevan a buscar soluciones únicamente personales.
Y no hablo de aplicar soluciones keynesianas (solamente), ya que de todos es sabido que no se puede continuar indefinidamente haciendo crecer el déficit (ni el propio ni el del estado).
Hablo de recuperar valores (o de incorporarlos, si no se tenían), valores tradicionales como la ética, la solidaridad, la honradez, el compartir, el gusto por el trabajo bien hecho, el placer y satisfacción que uno siente al terminar un buen trabajo (por humilde que sea). Hablo de cambiar de paradigma, de reinstaurar un sistema productivo respetuoso con el hombre y con la naturaleza, de hacer una economía realmente sostenible.
¿O alguien puede pensar que podemos crecer indefinidamente? ¿En un mundo finito y con recursos no “regenerables” limitados podemos continuar derrochándolos?
Y, además no es cierto que no hayan recursos “regenerables” suficientes para todos los habitantes del planeta. Según datos oficiosos hoy, ahora, se tiran a la basura (entre el sistema productivo y el consumo) entre el 30% y el 40 % de los bienes alimentarios de lo que produce el planeta. ¡Con estas cifras no es «necesario» que nadie pase hambre en el mundo!
Igualmente ocurre con TODOS los otros sectores de la economía: hay viviendas suficientes para que nadie esté en la calle, hay puestos de trabajo (redistribuyendo y racionalizando) para todos, es posible volver productivas muchas tierras ahora abandonadas, se puede producir de manera justa sin programar la fecha de caducidad de muchos productos (obsolescencia), etc.
No continuo la lista por falta de espacio, pero es evidente que para hacer eso hay que hacer sobretodo un cambio de paradigma, de paradigmas. Ya que es evidente que esto que propongo irá en contra de algunos (quizás muchos) intereses establecidos.
Y aquí es donde intervienen los valores, ya que si no hacemos este cambio la alternativa que se nos ofrece no provoca demasiado entusiasmo. Sin querer ser catastrofista, ¿se puede pensar razonablemente que podremos contener el flujo migratorio de aquellas personas empujadas por la miseria que vienen a llamar a nuestras puertas? ¿Se puede pensar que es sostenible a todos los niveles (sociales, de seguridad, económicos, etc.) tener unos índices de paro tan altos?
Si queremos realmente remontar la economía necesitamos que TODOS puedan participar de la fiesta ¡(sin caer en viejas locuras y desenfrenos pasadas)!
¡Y esto lo digo sin tener en cuenta si es justo o no!
Simplemente, por puro egoísmo inteligente, se necesita que todos puedan consumir, gastar (con sensatez) y tener una vida decente para hacer funcionar la economía.
Así pues nos HACE FALTA reinventarnos, necesitamos otras formas de relacionarnos, necesitamos cambiar todos los paradigmas vigentes (sociales, económicos, productivos, laborales, relación tiempo de trabajo/ tiempo libre, políticos, mentales/ emocionales, de valores). Este cambio de paradigma es de mayor magnitud que el de la revolución industrial, más profundo, de más calado y más necesario aún.
Si lo hacemos así saldremos más fuertes como Seres Humanos, con una sociedad más participativa, menos egoísta, más justa, con VALORES, y sobre todo ¡SOSTENIBLE!



