Sigo reflexionando con ustedes sobre este tema que hoy ha devenido de primer orden, desgraciadamente. Decía en el artículo anterior que la corrupción no se puede entender sin sus componentes de laxitud y dejadez moral. Insinuaba en el título que quizás también tenía un componente de ética y espiritualidad.
A algunos les podrá parecer osado decir que la corrupción tiene como a uno de sus orígenes un componente tanto ético como espiritual.
¡ De falta de ética y de espiritualidad !
A aquellos que lo duden, les pregunto: ¿conocen a alguien que tenga realmente unos valores éticos basados en sólidos fundamentos espirituales (entendiendo éstos en su sentido más amplio y aglutinador) que se ensucie las manos con corrupción, ni tan siquiera en corruptelas?
Ya que si uno tiene unos valores éticos basados en una Espiritualidad Real entonces también tiene unos códigos de comportamiento que conforman una conducta recta e irreprochable.
Permítanme aclarar que esta Espiritualidad Real no conlleva forzosamente una práctica ni de religiosidad ni filosófica. Esta Espiritualidad Real se basa en la constatación empírica y científica de que el Ser Humano no es solamente un conglomerado de diferentes células y órganos. La física cuántica nos demuestra desde hace años que estamos inmersos en “algo” que nos rodea y con el que interactuamos.
Si pienso que soy algo más que un conjunto de células aisladas luchando por su supervivencia, tal vez podré empezar a pensar en mí de una manera más plena y completa. Quizá podré verme a mí mismo como un componente de un conjunto, de una sociedad con la cual interactuar. Quizá podré empezar a ver que mi bienestar no depende solamente del “Tener”.
Ya he mencionado en distintos artículos el tema de la felicidad; ¿no conocen ustedes a alguna persona que teniendo más de lo que podría gastar en toda su vida aun esta ansioso por poseer más? ¿no saben de alguien que, teniendo la «vida resuelta», todavía tiene miedo a carecer, a no tener suficiente? Etc.
Así pues, si no es sólo tener lo que produce la felicidad, a este otro componente es a lo que yo llamo Espiritualidad Real ! (continuará).
Si nos podemos separar un poco del afán de poseer y acumular (no confundir con la natural y humana necesidad de progresar, de vivir mejor), si podemos entender que formamos parte de algo más grande, de un conjunto, de una Sociedad (en el sentido más noble), tal vez podremos empezar a dejar de competir con el otro como si fuera un enemigo. Quizás podremos empezar a practicar el arte de colaborar.
Esta claro que algo está pasando. Solamente hay que ver el resultado de las últimas elecciones para darse cuenta de que las personas, los ciudadanos ya están, ya estamos, hartos de tanta corrupción y dejadez, hartos de retroceder en derechos sociales duramente adquiridos, hartos de permitir que las desigualdades sean cada vez mayores, hartos de abandonar nuestro deber de ciudadano, hartos de ser considerados simples consumidores, maquinas de producir y/o consumir que pueden ser tiradas a la basura cuando ya «no son útiles».
Y, por el contrario, cada vez más gente estamos ilusionados con poder rectificar el rumbo de la sociedad a pesar de que nos hayan querido hacer creer que todo tenía que seguir igual, que vivíamos en «El mejor de los Mundos» (¿sería el de Aldous Huxley?) y que estábamos condenados a ser pasivos resignados!
Estamos ilusionados en recuperar nuestro papel de Persona, aquel que nunca deberíamos haber dejado. Estamos ilusionados en recuperar nuestro papel de Ciudadano en el sentido clásico: en Atenas y en Roma, miembro de la comunidad política constituida por la ciudad/ Sujeto de derechos y obligaciones.
Decía en el artículo anterior que hay «un largo etcétera de buenas prácticas personales y colectivas a fin de sanear con vigor y profundidad nuestra sociedad, que, aunque esté enferma no está «herida de muerte».
De la misma manera que en el país ya se ha empezado con algunas prácticas colectivas, hace falta, es necesario que todos y cada uno de nosotros comience la búsqueda de valores éticos y espirituales.
No hay que buscar fuera, no, ¡están dentro de nosotros! Quizás pueden estar un poco olvidados u oxidados, ¡pero están! ¡ Solo hay que buscarlos !
¡Todos sin excepciones tenemos consciencia de aquello que es recto e irreprochable!
Es cierto que a veces tenemos que elegir…
Después hay que empezar a ejercer de manera constante la práctica de estos valores éticos y espirituales, sin dejarse influir, sin desánimo, con ilusión, con esperanza.
Hay que practicar en “casa”, en todas partes, externamente en la sociedad de manera colectiva, e internamente cada uno consigo mismo.
¡ Y este será el mejor antivirus contra la corrupción a cualquier nivel !




