Ya lo apuntaba en el artículo pasado, pero visto el desarrollo de todos los eventos relacionados con el atentado al Charlie Hebdo quiero poner mi granito de arena a contribución.
Con toda humildad, vista la extraordinaria calidad de múltiples reflexiones y artículos aparecidos por todas partes, me gustaría reflexionar junto con ustedes sobre este momento especial.
Religión, del latín religare (volver a unir) me sugiere la idea de la necesidad humana de encontrar un sentido al mundo muchas veces incomprensible que nos rodea. La necesidad de religar, de entender y de volver a unirnos con lo más auténtico y profundo que hay dentro de cada uno de nosotros.
La espiritualidad entendida en el sentido más amplio posible como la búsqueda de las propias capacidades. Independientemente del sentido que cada una de las diferentes doctrinas, escuelas o filosofías le dé, podemos entenderla como la práctica destinada a experimentar estados especiales de bienestar.
El crecimiento interno, también en un sentido muy amplio, lo podremos definir como la búsqueda, mediante todas las técnicas y medios que uno considere oportunos (incluidas todas las diferentes religiones, filosofías, prácticas, etc.) desde las más ortodoxas hasta métodos menos extendidos (artes marciales, yoga, zen, etc., etc., etc.) de la máxima capacitación de todas las potencialidades propias.
Entendidos así vemos que no hay ningún tipo de contradicción y oposición entre estos tres conceptos.
Estos intentos de definición de los tres conceptos anteriores, puesto que necesitarían de bastante más tiempo y espacio del cual yo dispongo, nos permiten ver las similitudes.
Vemos que buscan el bienestar, la propia y colectiva mejora, la «felicidad».
Podríamos fundir los tres conceptos en uno solo: «La búsqueda de la Unidad de todos los opuestos» (espacio y tiempo, espíritu y materia, consciencia objetiva y autoconsciencia, individuo y mundo, etc.).
Podríamos decir que buscan la superación de todas las aparentes contradicciones y oposiciones. El fin del eterno dilema existencial, la respuesta a las grandes preguntas que los seres humanos pensantes nos hemos formulado desde tiempo inmemorial.
Las respuestas, evidentemente, tendrán que ser personales e intransferibles ya que cada uno de nosotros tiene su individual y personal percepción, su visión del mundo y de la «realidad» que nos rodea.
Si siete mil doscientos millones de personas en este mundo tienen su (la de cada uno de nosotros) visión, percepción, «verdad», ¿cómo podríamos establecer «una Única verdad», una única y «indiscutible» verdad? ¿Cómo podría yo, sino fuera desde mi presuntuosa ignorancia, pretender establecer una sola y limitadora «única verdad»?
La realidad es plural y diversa, magnifica en todas las múltiples facetas y multicolores manifestaciones de VIDA.
Y, si es así, si no soy ni puedo ser (ni yo ni nadie) poseedor de la verdad absoluta ¿no habré de ser tolerante y respetuoso con cada una de todas las diversas formas y manifestaciones de vida? En /con todas sus manifestaciones: en opinión, en pensamientos y sentimientos, en expresión, etc.
Esto no es un canto al relativismo moral que algunos propugnan. No! hay «límites» que no pueden / no deben ser traspasados. ¿Cuál es pues para mí este límite? El límite es el respeto, la tolerancia.
Y ¿es falta de respeto tener sentido del humor, reír con ganas de todo aquello que no entendemos o que incluso nos da miedo?
Con todo el respeto puedo reír, podemos reír, ¡ tenemos que reír de todo !
Reír con respeto nos permite vernos con perspectiva, no tomarnos demasiado en serio, no dramatizar demasiado. Nos permite ver lo absurdo de muchas actuaciones humanas, perfectamente retratadas en la literatura desde los clásicos hasta Molière. ¡Reír con respeto no es ridiculizar! La ironía, la sutileza en el humor nos permite mantener a raya nuestro ego, tanto si somos la diana del humor como si somos el observador (ya que nos podemos mirar siempre en este espejo).
Evidentemente habrá formas que nos gustarán más o menos, pero, lo entienda o no, el respeto y la tolerancia no son negociables.
Es un derecho y un deber de todos los seres humanos que para eso nos hemos dotado de una sociedad, de unas normas de conducta que llamamos civilización.
Animo a todos a releer o leer las citas de Voltaire, más que nunca actuales, recogidas en el «Diccionario Filosófico», «La Henriade», etc. sobre la tolerancia. También les animo a leer el excelente artículo de Alberto Manguel en El País:
«Voltaire Sigue escribiendo» http://cultura.elpais.com/cultura/2015/01/14/babelia/1421260399_642738.html
Por todo ello, y por mucho más que aquí no cabe, rían, riamos, respetemos y toleremos la diversidad, la diferencia.
Además de ser balsámico, riendo / respetando / tolerando, mostramos que somos seres que vamos evolucionando (aunque sea a trompicones).




