Límites, límites! ¿Que son? ¿Cómo los definiríamos? ¿Son una realidad y verdad absoluta? ¿O son algo mucho más personal y relativo?
Evidentemente existen límites físicos tanto para los objetos como para las personas, límites que delimitan lo que podemos hacer, y que podemos expandir con la práctica (ejemplo: haciendo deporte). Pero hoy no quiero hablar de nuestros límites físicos, sino de aquellos que todos tenemos, de un modo u otro, y que limitan nuestra capacidad y modo de hacer y de Ser.
Así como en el aspecto físico hay límites que de manera natural no podremos superar (saltar cincuenta metros por ejemplo), en los aspectos internos (emocionales, mentales, sentimentales, etc.) también tenemos límites.
La gran diferencia es que podemos expandirlos con la práctica (como en el caso del gimnasio). Físicamente, si queremos tener unos bíceps más fuertes y voluminosos, ¿no tendremos que ir al gimnasio, coger unas mancuernas y practicar unos cuantos centenares de veces a fin de aumentar el volumen?
En el mundo interno, ¿debería ser diferente?
¿O alguien cree que no hay límites internos?
¿O no han visto ustedes en mil ejemplos diarios la diferencia que hace que (con iguales o similares características físicas) un atleta gane una competición gracias a una mayor fuerza mental, una mayor capacidad de resistencia al esfuerzo o una determinación y una voluntad más firmes?
¿No han visto u oído de algún empresario que (con iguales o similares medios, con características de capacitación/formación de nivel equivalente) ha podido superar dificultades que otros no han «podido» o sabido superar?
Así pues, ¿dónde están los límites?
Si sólo estuvieran en nuestra aptitud (capacidad a todos los niveles y preparación), ganaría sin duda alguna aquel al cual la diosa fortuna hubiese sonreído más.
¿O bien están anclados en nuestro subconsciente en forma de patrones/pautas de comportamiento y/o pensamiento que nos hacen creer que no podemos ir más allá?
Y, si es así, ¿podemos hacer algo para expandirlos?
¡Evidentemente SI! A menos que conozcamos a algún «mago Merlín» que nos transforme a golpe de varita mágica, necesitaremos hacer algo (como en el caso del gimnasio).
Tendremos que encontrar y adquirir las herramientas de transformación necesarias para efectuar un cambio de punto de vista, un cambio de los patrones/pautas que se han convertido en límites.
Ya que estamos condicionados por muchos puntos de vista limitadores y asfixiantes, necesitamos, de manera urgente, cambiar éstos por otros más nuevos y más «frescos».
¿Ya que es un «punto de vista»?
Una perspectiva, una forma (personal e intransferible) de ver la realidad.
Y si nuestra percepción de la realidad está condicionada por multitud de conceptos y apreciaciones negativas, ¿cómo podríamos actuar de manera libre, eficaz y sin límites?
Oí hace tiempo una frase (no puedo citar el autor, ya que lo ignoro, lo siento) que dice lo siguiente: «No permitas que cierren tus puntos de vista; puedes morir por falta de horizontes «.
Muchas veces, demasiadas; nuestro entorno (familia, sociedad, socios, amigos, etc.), nuestros miedos, nuestras pautas mentales nos «cierran los puntos de vista»; ¡nos limitan!
Si queremos empujar y expandir nuestros límites nos hace falta, en primer lugar y con urgencia, empezar a adquirir la claridad mental necesaria y una percepción de la realidad que NO esté condicionada por puntos de vista ajenos.
Por eso hay que practicar con honestidad un trabajo diario de «limpieza» de nuestros puntos de vista. Cuesta, al principio, observarse de manera imparcial sin juicios ni críticas.
Una herramienta maravillosa que nos puede ayudar, y mucho, es el Zazen (meditación en el espíritu del Zen: arte milenario de origen japonés).
Sin prisas, sin pausas iremos aprendiendo a ¡observar y a ver la realidad!



