Hablamos a menudo, y oímos hablar mucho de la necesidad de hacer esto o aquello, “se tendría que…”, “deberían de…”, de “que haría falta implementar medidas para…” etc. etc.
Estas “conversaciones de salón” toman fuerza y se amplifican hasta limites extraordinarios e insospechados. En casa, en el bar, en la oficina o puesto de trabajo gastamos una cantidad inaudita de tiempo, esfuerzo, ingenio y dinero (nuestro o del que nos paga el sueldo) en aparentemente “arreglar el mundo”, en dirigir los asuntos colectivos como expertos sabelotodo.
Esto es así en aspectos de la vida política, ambiental, económica, social e incluso deportiva. O no han oído e incluso participado de una charla en la que varias personas “arreglan” un partido de futbol: el entrenador debería haber hecho esto en vez de…, etc. (evidentemente siempre a posteriori).
Parece que siempre son “ellos” los que tuvieran que actuar y que nosotros, cada uno de nosotros, no tuviéramos nada que ver con el asunto, que no fuera con uno y que no le afectara en absoluto. Como si cada cual viviese en otro planeta y no tuviera ninguna relación con este más que a través del telediario interplanetario.
Así, hacemos recaer la responsabilidad sobre otros, sobre “ellos”… Y quienes son “ellos”, se podría preguntar usted. ¡Buena pregunta! que quedara sin respuesta, son “ellos”… “Fuenteovejuna, señor…”
Nos lavamos las manos de toda responsabilidad y de toda posible necesidad de actuación sobre el asunto en cuestión: No va conmigo, No es mi asunto, No es de mi incumbencia, No es mi problema, etc. …
Y así, cuando por desgracia, ha ocurrido algo irremediable, sentenciamos: “ya se veía a venir, ya se sabia, yo ya lo decía, es que no han hecho nada, deberían poner más medios, más vigilancia, etc.” .
Este traspaso de responsabilidad, este “echar pelotas fuera”, esta NO asunción de la propia y necesaria posibilidad de actuación nos reduce, le reduce a usted, a simple espectador exterior de la realidad que le envuelve y que (aunque usted no quiera) le incumbe y le afecta. Nos reduce a meros sujetos pasivos que NO tienen ni voz ni voto (aunque vote usted cada cuatro años).
Nos convierte en banales “consumidores”, aptos para “tragar” cualquier cosa que le “echen”.
Nos convierte en sujetos pasivos, sumisos e incapaces de actuar. De hecho nos convierte en victimas de la situación.
Hemos abandonado así nuestra mayor “titulación” : ¡Ciudadano! (RAE: Habitante de las ciudades antiguas o de Estados modernos como sujeto de derechos políticos y que interviene, ejercitándolos, en el gobierno del país).
Hace apenas unos días que cerca de casa se produjo un incendio. En este hecho pude apreciar como actuaban tres bomberos a la vez que varios guardias civiles controlaban el trafico. También observé a por lo menos a cincuenta personas observando, mirando y opinando.
Hecho aparentemente simple y anodino sin trascendencia, pero a que a mi modo de ver ilustra perfectamente lo que estoy exponiendo aquí.
Como decía un Presidente de Estados Unidos: “No te preguntes que puede hacer tu País por ti, pregúntate más bien que puedes hacer tu por tu País”.
Si hacemos nuestra esta divisa podremos, podemos cambiar muchas cosas, quizá no todas, pero si muchas; muchas más en todo caso que si esperamos que sean “ellos” y solo ellos los que hagan “algo”.
Recuperar este sentido de Ciudadano, de Ciudadanía compartida, es ejercer estos derechos (y deberes) reconocidos en nuestra Constitución y que debemos cumplir para bien de todos. Es empezar a actuar en cada pequeña parcela en la que podamos aportar algo, por pequeño y aparentemente “insignificante” que sea.
En este incendio del que hablaba hace un instante, si cada una de las personas “observadoras” se hubiese dotado de un simple bastón largo entre todos habríamos apagado el incendio en unos pocos minutos.
Les invito a reflexionar sobre el tema y a cambiar de actitud. En vez de esperar a “que hagan ellos”, y a lamentarse o acusar después, les invito a (conmino diría, si me atreviese) empezar a recuperar su titulo de Ciudadano, a ejercer sus derechos y deberes, a recuperar Su Responsabilidad, ¡a actuar!
Seguiré en los dos próximos artículos desarrollando el tema por una falta evidente de espacio hoy, aquí.



